¿Vos también amas a quién no se lo decís?

También soy la loca linda que le sonreía entre sábanas a primera hora de la mañana, la que con gritos de niña rogaba por favor que se detuviera con las cosquillas. La que llenaba de olor a café la casa cuando el sol se asomaba apenas por las ventanas amaneciendo con nosotros.

También soy por la que volvió a ser canción, a ser poesía, a sentir amor cuando creía que ya no podía hacerlo.

Soy la que construyó un sentimiento «estable y contínuo» a través de los años, porque ni el tiempo, ni la vida lo hizo olvidar a esta «brujita» que con su hechizo de ojos cielo encantó a los suyos color río, porque siempre dijimos, lo nuestro fue magia, encantamiento de otras vidas, y que vengan las «hadas», los gnomos y cualquier ser mítico a intentar quebrantarnos, si ni siquiera nosotros en nuestro intento de olvidarnos pudimos romper el encantamiento de esta historia que nos late dentro a gritos.

Y es que necesitaba escribir estas líneas para recordarle que también soy  lo bueno, la que daba los abrazos cálidos, las miradas pícaras, la que le generaba admiración y respeto y le regalaba la ternura de cientos de gatos que con sus payasadas lo hacían tumbarse de la risa.

Soy las vacaciones junto al mar, las noches de fiestas de incógnitos, la que a escondidas aún lo llena de vida.

El mundo está tan lleno de amores de mentira,  quizás la locura me arrebató su estampa nítida y fresca, real, tangible, pero todavía nuestros espíritus se nos escabullen mientras dormimos  y juegan a escondidas. Sí, nuestros «espíritus».

Con los años aprendí que a los pájaros hay que abrirles la jaula, no dejar que nuestro ego en su afán de retener su canto los aprisione. Porque al fin de cuentas, amar es eso, priorizar el vuelo del otro por sobre el propio, sin importar si al abrir sus alas se alejan a otro cielo lejano y tajante.

Perdón por el descargo, necesitaba hacerlo, porque hay tanto cobarde que ama a escondidas, tanta mujer en su casa que se conforma con un te quiero frío y mentiroso, mientras por dentro, el te amo que quisiera escuchar esté destinado a otro corazón, frustrado por miedos, por equivocaciones. Que lindo ser un loco que de cobardía sabe poco, porque sin filtros para nuestras emociones expresa y no a oscuras cuando el lobo no está.

Las palabras de consuelo te las regalo enteras, no las necesito, tengo lo que verdaderamente importa,  temible y a su vez gratificante, pero lo tengo para siempre.

 

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Mis palabras en el diario

Hace un tiempo una amiga periodista me pidió que cuente mi experiencia para ayudar a visibilizar las «enfermedades mentales» y restarles tabú.

Hoy se publicó esa nota que cuenta un poco sobre mi historia y sobre lo que siento y me gustaría compartírselas.

El prólogo son sus palabras, el resto son las mías.

https://www.lanacion.com.ar/2223979-a-mis-30-anos-descubri-soy-bipolar

Mientras el lobo no está

Algunas locuras no actúan de forma loca desde el principio. A veces tocan la puerta cortésmente y las dejas entrar. Se sientan en una esquina sin armar alboroto y luego crecen..jpg

 

Autorizame a jugar un recreo que imagine para vos. Dejame mostrarte el tablero, el campo de batalla descrito por mis palabras utópicas y quijotescas, esas que descreen de la pavura que recorre mi espalda y eriza mi piel. Dejame darte mi mejor versión, mi mejor sonrisa, mi mirada más brillosa. Permitime hacerte creer que no existen las heridas en este cuerpo lascerado hasta en su partes más escondidas, más protegidas de la urbe que roza y marca. Quiero creer que nada fue verdad, que soy lo que elijo ser y que ya no tengo que correr, que escapar de las turbulencias que sacuden y quiebran mi piel de porcelana que, como muñeca de vitrina caída, ya no tiene donde más repararse en sus añicos que no coinciden.

Dejame ser pura, fresca y adictiva. Por favor, quisiera teatralizar quien sueño ser, al menos juguemos a intentarlo.

Alejá tus ojos de mi sangre turbia y purulenta, es mi néctar maldito que todo lo vuelve viscoso y denso. Y nunca observes mi alma, esa que se esconde en mis pupilas aguadas de tanto llorar por la niña que maté mientras se mecía en mis brazos.

Juguemos a que soy nueva, a que nazco frente a tu persona y que no existe reencarnación ni vida pasada que se esconda en esta realidad alterna.

Juguemos a que la maldición nunca fue profecía, que la hechicera no marcó a esta niña por celos a su belleza y a su sonrisa constante, juguemos a que no cargo con tal maleficio.

Dejame contar mi propia historia, creer que soy dueña y tengo la potestad de ser la patrona de mis emociones, que son mías, que no me invaden y aprisionan en una mala pasada que me deja esclava de esta sentencia a muerte, de ese ahorcamiento en la plaza pública.

Permitime contarte lo que todavía queda de mí, lo que todavía late ingenuo y vulnerable en mi pecho que ya no necesita escudo, que ya está endurecido por las batallas.

Es tan lindo verte curiosearme por primera vez, porque son esas primeras miradas las que logran descubrirme auténtica y cándida.

Juguemos a este juego que inventé para vos y para mí. No hay alfiles, no hay torres ni caballos para un jaque mate inminente. Dejame jugar a que soy, mientras vos apostás a sorprenderme insolentemente hasta que el carruaje se convierta en calabaza y los brillos en arapos, y sólo reste mirar a la cenicienta con los pies descalzos pero esta vez, sin zapatos de cristal que la salven de su destino.

Al final de cuentas… somos aquello que protegemos más recelosamente del destrozo.

Pacificate

Vuelven las etapas depresivas. Vuelve la ceniza mortuoria a tapar los poros que no logran oxigenar la piel y mata. La angustia es tan inmensa que aprieta fuerte la garganta y nos obliga a pedir muerte, liberación, bandera blanca.

Son cuchillos, decenas de ellos enterrados en el pecho, en el alma, en el corazón. La cabeza da vueltas y vueltas y vueltas y se marea como alcohólico a punto del desmayo.

La desesperación es poder, es mandataria, es decisiva en estas horas en donde vivir cuesta la vida.

Regalame paz. Regalame sonrisas. Regalame amor. Salvame. Salvame de esta que me está llevando como río bravo que te golpea contra las piedras que no atajan.

¿Acaso no ven que me quedo por ellos? ¿Que como paciente terminal me aferro a una vida de dolores solo para que  estén tranquilos?

Cuanto deseo unas manos amigas que entiendan y me acompañen en la partida con un abrazo, con un beso en la frente, con un gesto de aceptación, de saber que estoy haciendo las cosas bien.

Nadie ve el barro que tragamos para seguir, porque afuera hay luz, hay brillo, y lo de adentro, mientras no se vea, no coexiste con ese exterior, no para ellos.

Necesito calma por favor. Y mucho amor. Regalame una sola risa que me salve este segundo. Haceme volver aunque tengas que golpearme el pecho para que el aire vuelva a ingresar. Pegame duro, pegame fuerte, que necesito sentir algo más que este suplicio homicida.

 

La loca

A la loca nadie la quiere. Mejor dicho, con la loca nadie se arriesga. Es tan tentador su brillo enceguecedor, su risa exagerada, su pasión ante todo. Pero con la loca nadie se queda. La loca te enamora porque te elije y salta al vacío sin pensarlo, en un impulso que le detona de adentro del alma, la loca te quiere descabelladamente, no se controla, sos su manía más vívida. “Que loca linda esa que te cruzaste por ahí” que te llevó a ser parte de sus locuras, que te hizo verte inmerso en situaciones que jamás imaginaste. Pero a la loca no la elegís, aunque se te caiga el corazón por los ojos cada vez que la tenes sonriendo, una vez más frente a tus ojos, cuando creías que ya no volverías a verla. Pero está loca, pobrecita la loca, mejor que actúe así por desvaríos y no porque está en su sano juicio. La loca. La que te robó el corazón y lo llevó al mismo infierno, y lo sentiste encenderse y consumirse con el  fuego. La loca… La que te asusta, la que te hiere, la que asesina. La loca que nunca va a ser como la santa que ahora te acompaña, que no te vive, que no vivis, pero que está bien, porque te da lo único que la loca no sabe darte: tranquilidad, monotonía, un día tras día sin exaltaciones, una rutina casi idéntica de emociones que no crecen, que no te rebalzan el pecho como por la loca. Es que la loca, te vuelve loco, y quema, y arde, y duele.

Mejor no involucrarse con la loca, aunque cada vez que la tengas cerca le digas que vos también perdiste la cordura por ella y nunca más la recuperaste, aunque quedarte con lo tibio y monótono de tu actual vida te canse, mejor no involucrarse con la loca. Aunque la ames a escondidas y quieras a otra de mentira pero que no está loca.

Porque la loca cuando te elije te arrastra y vos no querés perder el control de vos mismo por una loca que hace años te tiene loco, pero que si no se dice no existe, y si no existe no se vive. Entonces a la loca la escondés en el fondo de tu vulnerabilidad más única, y engañas a todos, hasta a vos mismo, menos a la loca, que cuando la tenes enfrente se te abren todos los candados y te mostrás así como existís: loco de amor por una loca a la que nadie quiere.

 

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A un paso de expirar los demonios

Siempre a este paso de la muerte, a esta corta distancia donde bailo al filo de la caída, al borde de la liberación del alma en pena. Siempre la posibilidad oscura como salvación prometida, como respiro, bocanada de aire en este mundo de oxígeno enmohecido.

Es el ángel y el diablo en nuestros hombros, prometiendo imposibles, intentando convencernos, pero es el ángel el que me llama al olvido, el que me seduce al salto, el que promete liberarme de las penurias de una tierra que degolla los sentimientos más puros y vulnerables que cargo a cuestas.

Siempre a un paso de la muerte, ¿acaso los que me quieren también saben de esta posibilidad que me aguarda a la vuelta de la esquina, junto a la calle de al lado?. Siempre que pienso en ellos pienso en cuán consientes son de que quizás mañana ya no los acompañe en su andar, en su día a día, en sus planes a futuro. ¿Entonces se detendrían a observarme, a darme el último abrazo, el último te quiero para que lleven consigo sin culpas ni promesas en pausa?.

Y en el final, cuando mi espíritu vuele al fin lejos de tanto dolor e injusticias, sabrán festejarme o llorarán por no seguir con ellos, aunque eso me condene a una prisión de martirios que jamás sintieron, que jamás van a sentir.

Siempre esta corta distancia entre el soy y el fui. Entre el vivo y el una vez viví. Y es que hace tanto tiempo ya que la muerte dejó de asustarme, desde que la abracé como amiga y compañera, como leal soldado que se para frente a su capitán para recibir las balas en esta guerra que me lleva a mal tratar.

Siempre a un paso de la muerte, ¿él también sabrá que no me perdió el día que se fue? O acaso cuando le llegue a sus oídos la noticia de mi deceso recién ahí se dará cuenta de que me tenía real, tangible, a un paso de un beso, de un felices hasta que la muerte nos separe. ¿Lo encontrará solo? ¿Lo encontrará con descendencia? ¿Acaso sabrá perdonarse las veces que no me vivió?

Siempre este maldito paso, sin temor, sin la angustia de partir, este maldito paso y todos los fantasmas en el medio, esta culpa de irme y ser feliz,  libre de una vez. Este suicidio en vida, y esa vida en el suicidio.

 

Vida, mi vida, déjate caer, déjate doler, mi vida,déjate enlazar de fuego, de silencio ingenuo, depiedras verdes en la casa de la noche, déjatecaer y doler, mi vida.jpg

Eterno resplandor

El eterno resplandor de una mente llena de recuerdos, deseosa del olvido, perdedora en su intento. El eterno resplandor de una promesa incumplida, de un amor a medio cuento, de un “Había una vez” sin su “vivieron felices para siempre”.

El eterno resplandor de tu estampa impregnada por el polvo de los años, que doblo y escondo entre las páginas de nuestra biblia pagana, junto a una rosa de papel marchita que esconde una tarde de cotidianeidades.

El infierno vívido el día que te fuiste, la cenizas de su fuego, sus agónicas torturas de castigo, de horcas que no terminaban de asfixiar y que prolongaban el martirio. El infierno que con los años conquisté, domé, y del cual me hice diablesa y soberana.

¿Acaso será posible que dios perdone a este ángel caído y lo lleve nuevamente hasta su luz? ¿Acaso es real o es un juego cruel para doblegar mi trono, para volver a ahogarme en penurias?

La vida y el tren que pasa dos veces, el tren que corrí y que ahora espera por mí. Y yo… parada en este andén de la duda y el vértigo, y vos… el maquinista que promete llevarme a destino, pero el miedo al descarrilamiento es voraz y me impide soñar.

Eterno resplandor, serpiente demoníaca que busca tentarme con su manzana podrida, para que la muerda y pierda el paraíso. Y me obligo a ser ingenua y abro mi boca y pruebo su podredumbre, la saboreo como manjar divino, me creo diosa y espero ser la Eva en este destierro que me convirtió en Lilith.

¿Sería distinto si sólo pudiéramos intentarlo otra vez?

No… Sí… Nunca! Siempre! Malditos pétalos de una margarita que no sabe darme la respuesta correcta. Es ahora o nunca. Es ahora. Porque el nunca reinó por mucho tiempo. Deja de correr. ¿Podés ver que sólo das círculos a mi alrededor y te volvés más viejo? Ahora que me miras por primera vez en muchos años, ahora que traspasás con tus ojos los míos, ¿sos capaz de salvarme de la noche? ¿sos capaz de salvarte de este manto negro que enterró tu mejor luz y te convirtió en tibieza, en pausa, en conformidad hiriente?

 

Joel_ -Aun después de eso, seguía pensando que salvarías mi vida. Sería distinto, si sólo pudiéramos intentarlo otra vez.Clementine_ -Recuérdame. Haz todo lo posible. Tal vez podamos. Haz tu mejor esfuerzo..jpg

Ad temptare

Me pregunta si todo va a volver a ser igual, me lo dice con miedo, buscando con su mirada cómplice un “no” como respuesta. Su miedo es mi miedo, pero aunque quisiera calmarlo negando cualquier posibilidad de repetición, no puedo fallarle, necesita saber que no existe ese “no” conmigo, que nunca va a existir.
-Acaso si yo no hubiera cambiado, ¿volverías conmigo?.
Le escribo convencida de su tenacidad como respuesta.
-Sí. Responde, y me deja en jaque.
Cómo hacerles creer a aquellos que herimos que nuestro Mr, Hyde ha sido asesinado y nunca más volverá, si sabemos que el Dr, Jeckyll no puede vivir sin su alter ego.
-Yo no puedo prometerte eso, puedo prometerte intertarlo, no por vos, por mí, porque soy yo quien más necesita sentirse bien.
Y es que él ya se fué, él puede volver a irse, pero los demonios que me habitan nunca van a desaparecer, yo no puedo irme de mí, y no me resta más que cantarles canciones para adormecerlos y salir a jugar mientras duermen meciéndose en mi cuna. ¿Quién más que mi persona no desea hacerlos desaparecer como por arte de magia?
Por lo que me pregunto qué puedo ofrecerle, qué a cambio de tanto dolor que supo marcarlo. Puedo ofrecerle todos los arcoíris que nacen luego de mis lluvias, que son infinitos y enceguecedores. Puedo ofrecerle el brillo de mi manía o la paz de mi eutimia. Puedo ofrecerle amarlo con locura, como nadie jamás lo hizo, puedo ofrecerle aventura, riesgos, adrenalina, disfrutar mi paz como ninguna persona que no haya sufrido una guerra pueda hacerlo. Puedo ofrecerle los colores de un mundo que no conoce, ofrecerle un final feliz a nuestra historia, o al menos, un intentarlo. Porque, ¿qué acto más valiente y respetable que aquel de alguien que lo intenta, que no se doblega, que se levanta y alza su espada para la batalla otra vez aún habiendo saboreado tanta muerte?.
¿Acaso él no venera o respeta a grandes personajes de la historia que con mi misma patología supieron ganarse el deseo de su compañía frente a millones de personas? Seres como Sting, Jim Carrey, Mozart, Van Gogh, Curt Kobain, Marilyn Monroe, Virginia Woolf, Frank Sinatra, Edgar Allan Poe o Nina Simone no prometen salvarte de tu dócil vida y volverla más fantástica?
Entonces cuando me vuelva a preguntar si todo va a ser igual, yo voy a respoderle que no sé, y que ahí de donde los mayores miedos surgen, es de donde nace el coraje, donde comienza la vida para ser vivida, porque al fin de cuentas, el miedo es el temor a fracasar en nuestros deseos más profundos.

 

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Hubo una vez…

Todo es raro, la casa es rara, el gato es raro, los amaneceres son raros y los cafés no se quedan atrás. Todo se vuelve extraño, distinto, vacío sin tus esencias impregnándolo.

Las penumbras muestran sólo dos pies sobresaliendo de la cama y la casa permanece en silencio, casi sepulcral. Y yo… también me hundo en ese silencio, con la boca cosida, con las palabras muertas que no salieron y sangraron hasta el final.

Hay muebles vacíos, en sus esquinas quedan algunas de tus huellas, dejadas, olvidadas como yo, en el borde de esta habitación, perdida y sola.

El lugar que construí y llené de color está gris, es como un gran pozo donde caigo y las paredes no paran de crecer y suben más y más, y lo vuelven todo oscuro y prisionero.

Tu «yo» ya no está con el mío, la piel aún quema y no te encuentro. Tu aire sigue tibio en este espacio pero tu lejanía es tan voraz y gigante que no comprendo, te esfumaste en algún momento de esta tormenta, cuando una bocanada de lluvia me tumbó, cuando no encontré tu mano para levantarme.

Este libro no quiere dar vuelta la página, no quiere cambiar de capítulo ni cambiar de historia. Este libro se rehúsa a dejar de contar, de decir, aunque sea una historia triste, quiere llegar hasta el final, no quiere el polvo de una biblioteca decorada, con lo inconcluso sin conocer.

Chaparrón

Llueve, llueve y no para de llover. Mi casa está húmeda, los espejos transpirados ya no reflejan mi rostro sino que lo desdibujan y lo vuelven borroso.

Los pasos quedan marcados en los pisos que delantan cuántas veces fuí al claustro de mi cama y cuántas esquivé el exterior, que no me busca, que me entierra bajo estas paredes.

Hace ocho días que el cielo llora, y yo le digo: -Pará! por favor para de llorar! nada es inmutable, me estás ahogando en tus lágrimas! Pero el condenado no cesa, al pobre le habrán roto el corazón y no puede sanar.

Y yo… que venía tan feliz… Que me comía el mundo. Yo que de repente estaba bailando bajo los brillos del sol, hoy me descubro empapada, con frío, tiritando.

Siento dentro mío una furia contenida, un dolor, unas ganas de gritar hasta que las cuerdas revienten y emitan sonido en este campo alejado  del ruido que hoy me estalla en un interior atiborrado de aquello que me obligo a olvidar.

No es mi culpa, lo sé, no hay nada que pueda hacer al respecto, es este clima, este maldito clima que cuanto más profundo quiero respirar más embarra su daga y me corta el oxígeno.

-Aguanta. Aguanta!, me digo para mis adentros, me doy fuerzas mientras me sostengo.

Si al menos hubiera un motivo para sentirme así, un por qué, un por quién, pero no es más que este cielo llorón que decretó huelga de brillos y a mí ya no me quedan conjuros y hechizos de abuela bruja para hacerlo parar.

No importa cuánto rece, no importa si punzo un cuchillo en la tierra o si lo cruzo con otro, si escondo huevos en alguna planta… El cielo va a seguir llorando, y yo… tan compañera, me siento a llorar con él.

 

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